Recuerdo que cuando era pequeña, era una niña muy sensible e intuitiva, lo sentía todo: lo que se hablaba y lo que no se decía.
Ahora comprendo que sentía lo que debía, me dejaba llevar por mi intuición y mis instintos.
Fui libre hasta que empecé a esconderme y adormecer mis sentimientos por miedo a ser vista y resultar inapropiada. Me convencí de que mis deseos y necesidades no eran importantes, sino egoístas.
Me casé muy joven, estuvimos juntos por 22 años. Con una pareja exitosa, con hijos, con una vida prospera, llena de lujos y facilidades. Lo que la sociedad describe como una “vida ideal”. Yo lo vivía como una vida vacía y sin finalidad ninguna.
Me abandoné a mí misma y a mis objetivos. Tanto personales como profesionales. Nadie me lo pidió, yo pensaba que así todo sería más fácil.
Le di mucha importancia a las necesidades de los demás, a cómo la sociedad decía que debía ser una mujer ideal: La imagen, el comportamiento, el estatus …. Tenía la obligación de estar agradecida por todas las cosas que poseía y no me permitía sentir mal. Ya que lo tenía todo.
Hasta que sacrifiqué a la persona que era con el fin de convertirme en la que yo creía que debía ser.
Hice caso al “calladita, estás más bonita” al rol de niña buena, de la cuidadora, de la sufridora, de la complaciente…. Compré el pack completo de buena madre, buena esposa, la sufridora…
Durante toda mi vida busqué afuera lo que solo se podía llenar desde mi interior. Consideraba que el amor venía de fuera, que el reconocimiento y mi propio valor también venía del exterior. Vivía equivocada, No me conocía. Permanecía en una profunda desconexión conmigo misma. Me perdí, cuando aprendí a complacer a todos en la búsqueda de que me quisieran. y así sentirme completa. Aún no entendía que la que se tenía que querer era yo. Empecé a dejarme guiar por el exterior en lugar de confiar en mi propia intuición. Sentía un vacío, que algo me faltaba, que por más cosas materiales y lujos que tenía, yo no era Feliz. Mi felicidad no dependía de lo que los demás dijesen que era el éxito. Que por más que yo me esforzara porque los otros me quisieran era imposible gustar a todos.
Después de mi separación tuve que hacer un ejercicio de recordar quién era yo. Me había perdido queriendo ser la mujer que yo creía que los demás necesitaban. Comprendí que el vacío y el dolor que sentía, era un grito de mi ser tratando de llamar mi atención, pidiéndome que recordase quien era.
Hoy pienso que El viaje más emocionante de nuestras vidas es aquel que realizamos a nuestro propio mundo interno. La transformación que necesitamos se encuentra de piel para dentro, en nuestra manera de entendernos, aceptarnos y relacionarnos con nosotros mismos.
Con mis luces y mis sombras. Me construí una vida propia. En la búsqueda de mi propio ser y mi identidad, me reinventé. Lo hice conectando con esas partes de mí que había apagado, que no aceptaba de mí, que aprendí a ocultar y abandonar para que el resto del mundo se sintiera cómodo.
Me formé en coaching porque necesitaba tener un propósito y darle sentido a mi vida. Hoy, ofrezco acompañamiento a mujeres en sus procesos de empoderamiento y reconstrucción. Las acompaño a salir de la dependencia emocional y reconectar con su propia capacidad de transformar sus relaciones. Las ayudo a conectar con su voz interior, para alinearte con su propia naturaleza y así convertirte en las mujeres que desean ser.
Glennon Doyle
Espero que esto sea solo el comienzo de nuestra relación. Me encantaría saber más sobre ti.
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Hasta entonces, recibe un cordial saludo.
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